En el vasto paisaje del cine francés hay películas que brillan con una luz propia, destilando arte en cada fotograma. «Los Paraguas de Cherburgo» es una de esas joyas, una obra maestra de la cinematografía que captura la efímera belleza de las emociones humanas.

Dirigida por Jacques Demy y estrenada en 1964, esta película musical es un torbellino de colores, música y sentimientos realizada a modo de ópera en tres actos: La partida, La Ausencia y El Regreso. Con la partitura de Michel Legrand y el deslumbrante diseño de vestuario de Jacqueline Moreau, cada aspecto de «Los Paraguas de Cherburgo» está meticulosamente elaborado para crear una experiencia cinematográfica inolvidable.

La película cuenta la historia de amor entre Geneviève, una joven sencilla que trabaja en una tienda de paraguas en Cherburgo -protagonizada por Catherine Deneuve-, y Guy -a cargo de Nino Castelnuovo-, un mecánico que sueña con un futuro mejor. El romance nace en medio de la dulce inocencia de la juventud, pero se ve amenazado por las circunstancias externas que los rodean, incluida la partida de Guy al servicio militar y la presión de la sociedad conservadora de la época. Así vemos con honestidad brutal la naturaleza transitoria del amor y la vida misma. 

«Los Paraguas de Cherburgo» deja un sabor agridulce al espectador y la idea de que aunque el amor pueda ser efímero, pero como dice el conocido refrán, “Es mejor haber amado y haber perdido tal amor, que jamás haber amado”.

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